sábado, 25 de junio de 2011

"Él tenía dos años más que ella, y mientras conducía por la carretera en una especie de viaje en el tiempo, su imagen se volvió nítida otra vez. Entonces había pensa­do que aparentaba más años de los que tenía. Su aspecto era el de un hombre ligeramente curtido, como un campesino que vuelve a casa después de muchas horas en el campo. Tenía las manos encallecidas y los hom­bros fornidos de los que trabajan duro para ganarse la vida, y finas arrugas incipientes comenzaban a dibujarse alrededor de aquellos ojos que parecían leer todos sus pensamientos.
Era alto, fuerte, atractivo a su manera, y tenía el cabello castaño claro, pero lo que mejor recordaba era su voz. Aquel día había leído para ella; mientras estaba tendida en la hierba a la sombra del árbol, le había leído con una voz suave y fluida, casi musical. Era una voz digna de un locutor de radio, y cuando leía, parecía quedar suspendida en el aire. Recordó que había cerra­do los ojos, escuchando con atención, permitiendo que las palabras llegaran a su alma:

Me atrae, lisonjero, hacia la niebla, hacia el cre­púsculo.
Me alejo como el viento, sacudo mis blancos rizos bajo el sol fugitivo...

Hojeaba libros viejos, con las puntas de las páginas gastadas y dobladas, libros que había leído centenares de veces. Después de leer un rato, hacía una pausa para charlar. Ella le confiaba sus deseos -sus esperanzas y aspiraciones para el futuro-, él escuchaba con aten­ción y prometía hacer todo lo posible para que sus sueños se hicieran realidad. Lo decía de tal forma que era imposible ponerlo en duda, y ya entonces sospe­chaba cuánto significaría aquel muchacho en su vida. Ocasionalmente, cuando ella lo interrogaba, él hablaba de sí mismo, o le explicaba por qué había elegido un poema en particular y qué pensamientos le inspiraba; otras veces se limitaba a mirarla con su habitual inten­sidad.
Aquel día contemplaron la puesta de sol y cenaron bajo las estrellas. Se hacía tarde, y ella sabía que sus padres se pondrían furiosos si descubrían dónde había estado. Pero en aquel momento no le importaba. Sólo podía pensar en lo especial que había sido el día, en lo especial que era él. Unos minutos después, mientras la acompañaba a casa, el chico le dio la mano y su calidez la abrigó durante todo el camino..."

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