martes, 13 de diciembre de 2011

About life...

Cuando estaba en el colegio alguien me dijo que aprendiera de los malos momentos, porque había una razón por la que ocurrían. Más allá del sufrimiento, el enojo y la desilusión, había algo detrás que buscaba ser reconocido; y en realidad es así.
Si bien considero que hay momentos en mi vida que me gustaría olvidar, debo reconocer que agradezco, en cierta forma, que hayan ocurrido, puesto que me han enseñado y me han hecho ser más fuerte de lo que alguna vez fui.
Y es que en cada mal momento, cuando quieres dejar todo de lado y estar lejos, siempre hay alguien que con solo una palabra, mirada o gesto te llena de energía y te hace seguir adelante y darte cuenta de los detalles...

sábado, 25 de junio de 2011

"Él tenía dos años más que ella, y mientras conducía por la carretera en una especie de viaje en el tiempo, su imagen se volvió nítida otra vez. Entonces había pensa­do que aparentaba más años de los que tenía. Su aspecto era el de un hombre ligeramente curtido, como un campesino que vuelve a casa después de muchas horas en el campo. Tenía las manos encallecidas y los hom­bros fornidos de los que trabajan duro para ganarse la vida, y finas arrugas incipientes comenzaban a dibujarse alrededor de aquellos ojos que parecían leer todos sus pensamientos.
Era alto, fuerte, atractivo a su manera, y tenía el cabello castaño claro, pero lo que mejor recordaba era su voz. Aquel día había leído para ella; mientras estaba tendida en la hierba a la sombra del árbol, le había leído con una voz suave y fluida, casi musical. Era una voz digna de un locutor de radio, y cuando leía, parecía quedar suspendida en el aire. Recordó que había cerra­do los ojos, escuchando con atención, permitiendo que las palabras llegaran a su alma:

Me atrae, lisonjero, hacia la niebla, hacia el cre­púsculo.
Me alejo como el viento, sacudo mis blancos rizos bajo el sol fugitivo...

Hojeaba libros viejos, con las puntas de las páginas gastadas y dobladas, libros que había leído centenares de veces. Después de leer un rato, hacía una pausa para charlar. Ella le confiaba sus deseos -sus esperanzas y aspiraciones para el futuro-, él escuchaba con aten­ción y prometía hacer todo lo posible para que sus sueños se hicieran realidad. Lo decía de tal forma que era imposible ponerlo en duda, y ya entonces sospe­chaba cuánto significaría aquel muchacho en su vida. Ocasionalmente, cuando ella lo interrogaba, él hablaba de sí mismo, o le explicaba por qué había elegido un poema en particular y qué pensamientos le inspiraba; otras veces se limitaba a mirarla con su habitual inten­sidad.
Aquel día contemplaron la puesta de sol y cenaron bajo las estrellas. Se hacía tarde, y ella sabía que sus padres se pondrían furiosos si descubrían dónde había estado. Pero en aquel momento no le importaba. Sólo podía pensar en lo especial que había sido el día, en lo especial que era él. Unos minutos después, mientras la acompañaba a casa, el chico le dio la mano y su calidez la abrigó durante todo el camino..."

martes, 4 de enero de 2011

Mi caballerito (2° Parte)

-El caldo está exquisito, puedes sentir cada uno de los ingredientes. Mira, pruébalo- dijo, mientras me acercaba una cuchara con un poco de sopa.

- mmm está rico, no le falta nada, ni sal, ni cocción...está en su punto- dije, sorprendida por mi crítica.
- Eso mismo pensaba- me respondió y siguió escribiendo.

Se detuvo por un instante y miró mi plato y a mi, posteriormente. Antes de hablar, sonrió.
- ¿Qué tal está tu comida?- me preguntó
- Tiene muy buen sabor-le respondí- pero al arroz le falta un poco de cocción.
- ¿Me dejas probar?-preguntó mientras continuaba con esa encantadora mirada.
- Cla...claro- le dije y le acerqué mi plato.
- mmm está rico el pescado, tiene buen aroma y sabor- dijo, mientras se disponía a anotar ese detalle en su libreta.

Escribía con una concentración inmensa. Tanta, que parecía que analizaba cada una de las formas de cada letra.
Mientras miraba su plato y anotaba más detalles, comenzó a mirarme fijamente y dejó de escribir.
-¿Sabías que te amo mucho?- preguntó con una mirada totalmente tierna.
- Por supuesto que lo sé- le respondí- y yo también te amo.
Tomé su mano y sentí ese calor y suavidad que tanto me encanta. Acto seguido, una sensación de cosquilleo invadía cada vez más cada partícula de mi cuerpo. O más conocido: sentía cada vez más intensa esa sensación de "mariposas en el estómago".
Me miró fijamente, sonrió de una forma que él sabe que me derrite totalmente y dijo
-¿Vamos?- preguntó, a lo cual respondí con una sonrisa.
Bajamos al primer piso del restorán y nos pusimos a buscar dinero para pagar la cuenta. Él sacaba y sacaba monedas de sus bolsillos y yo buscaba una tarjeta de ambos para pagar. Le entregamos el dinero a la mesera y, al mismo tiempo, nos reíamos por la cantidad de monedas que habíamos juntado.
Me tomó la mano y salimos del lugar.
- Me gusta que almorcemos juntitos- me dijo dulcemente- gracias por estar conmigo.
- No, gracias a ti por ser mi caballerito- respondí sonriéndole.
Me abrazó fuertemente y lo besé sintiendo ese inmenso amor por él. Seguimos caminando hasta un pequeño parque y nos dejamos caer sobre el césped, abrazados contemplando el cielo y pensando el uno en el otro.
Me senté, lo miré fijamente por un instante, mientras le acariciaba el pelo y veía como cerraba los ojos, y sonreía al mismo tiempo.
- Deberían haber más ocasiones como esta- le dije- es genial pasar el tiempo contigo.
- No te preocupes, habrán muchas más- me respondió con una mirada encantadora y tierna.

Lo abracé fuertemente y continué mirando el cielo, mientras recordaba la elegancia y seriedad con la que hablaba en el restorán.
Actitud que me embobaba...

y que aún lo sigue haciendo...